Allá, muy muy lejos en el tiempo (poquito antes que se extinguieran los dinosaurios), recuerdo vagamente que en no sé dónde había escondido (guardado) en casa un paquete triangular tan escrupulosamente envuelto casi, casi semejante a un paquete mortuorio, prácticamente vendado como una momia. Curioso como cualquier mocoso con alma de rata, escudriñaba cada rincón en busca de “algo interesante” y matar el ocio y el aburrimiento, producto de horas de permanecer solo en casa ante la ausencia de padres trabajadores que se partían el alma para que su querubín no sufriera como los míos lo hacen hoy, jajajaja no crean eso, no sufren.
En fin un buen dia me decidí a bajar el misterioso paquete y averiguar qué contenía su interior tan celosamente guardado. A decir verdad para ser tan “delgado” era bastante pesadillo, no obstante me las arreglé para transportarlo hasta donde mi madre, para mostrarle mi “descubrimiento” y ver si con su ayuda terminábamos con el misterio en su interior.
Vaya cagotiza que me acomodó la mujer; ciertamente, nunca fue la vieja un dechado de ternura, menos en ésa época; en ese tiempo no entendía porqué tanto enojo; y no malentiendan que me quejo amargamente, al contrario pasé una niñez bastante feliz; (ojalá hoy fuera algo semejante) jajajaja.
Bueno después de un regaño algo así como: pero cabrísimo glandón hijo &%#$)86689=)/= que demonios haces con eso????. Y siguió una letanía kilomética entre advertencias, perjurios e innombrables y poco recordables “insultos”; hasta que el tono fue poco a poco mejorando hostensiblemente y culminar en palabras dulces y amorosas características de una madre contricta. (Y es ahí donde ahora sí ya no sabía ni qué pedo).
A poco de nada y segurito que el misterio seguiría oculto ante mí, súbitamente retiró la funda del paquete y no cabía en mi asombro al ver cómo lo que segundos antes parecía el secreto mejor guardado de la Gestapo se revelaba ahora como la enseñanza natural que todos los padres deben mostrar a sus hijos.
Jajajaja; cuánto dramatismo verdad?, y todo para cubrir semejante cuchillote, pues qué tipo de fruta o verdura habrían de partir con él?; y ya sabes la imaginación infantil pronto se hecharía al vuelo; y en tanto pensaba si con esa madrezota se podría cortar el árbol de las habichuelas mágicas que recién me había contado mi abuela; mi jefa me explicaba que eso era un serrucho, recuerdo de su papá.
Despúes de satisfacer por completo mi curiosidad y constatar bajo la mirada vigilante de mamá lo afilado de su sierra; el portentoso serrucho sería guardado nuevamente detrás de una puerta y si la memoria no me falla ahí permaneció durante algunos años, hasta que nos mudamos de casa.
Y cuando nos volvimos a mudar, nuevamente el serrucho viajó con nosotros, y así varias veces hasta el domicilio actual de mis viejitos y ancianos padres.
Varias veces, durante mi adolescencia intenté servirme de él, pero nomás no se me dio, supongo que no tenía el material adecuado para ser cortado por el serrucho del abuelo y nuevamente volvía a guardarlo, en espera de otra oportunidad para sacarle todo su potencial.
Hará cosa de unos 20 años que lo usé por última vez, no me fue tan mal con él, pero la modernidad y nuestra nueva sierra B&D le ganaron la carrera y nuevamente lo volví a guardar, pero ahora en un nuevo envoltorio, de hecho fue mamá quien se lo fabricó con tanto cariño y veneración, pues es “recuerdo de su papá”.
Hace unas pocas semanas me decidí a fabricar un banquillo de trabajo, fuerte, robusto como los que he visto en los talleres de mis cuadernos en dónde trabajar sin temor a dañar los delicados pisos de mármol de mi residencia de interés social, jajaja, dar chingadazos a diestra y siniestra y de pasada preservar la integridad de mi espalda de ratita; y para tal fin, por supuesto utilizé gruesos tablones y maderos resistentes, provenientes de cimbra que me fui donando de mis vecinos.
Solo me quedaba el detallito de con que iba a cortar toda esa madera; arco y segueta; no manches, cortar un tablita está bien, pero un tablón de apenas 2.5 cm de grosor, no es nada placentero. Sierra eléctrica; pude cortar un par de tablones, pero como ya está colgando sus dientitos en poco tiempo se calentaba y terminaba por ya no cortar.
Fue entonces que volví los ojos al serrucho de mi abuelo, y no creas la jefa no lo quería soltar, he trabajado con él casi dos semanas y cada fin de semana me recuerdan que debo regresar intacto tan preciado tesoro.
Por otro lado, el serrucho y yo, hemos hecho buenas migas y varios kilos de aserrín, el “cuchillote” se desliza de maravilla, y mis creaciones, pues no lucen tan mal, teniendo en cuenta que son completamente rústicas diseñadas para trabajo rudo.
Así el serrucho del abuelo, la querida posesión de mamá; el recuerdo de su papá, por fin tomó el lugar que le corresponde entre mi arsenal de herramientas, demostrando y con creces su valía; y esta vez prometo no esconderlo durante décadas detrás de una puerta; (no importa la ampollota que me sacó) lo mostraré gustoso y comenzaré hoy mismo mostrándolo a todos ustedes.
Y si queda obtener una moraleja de todo esta experiencia sería algo así como “no porque las cosas parezcan anticuadas, significa que ya no sirven” y si no, pregúntenmelo a mí.
Aquí unas imágenes de mi proyecto casero el banco de trabajo by serrucho del abuelo.
Es así como lucía mi cuchitril, y ya sabes cualquier cosita que dejaba regado por la casa, no tardaba mi mujer en arrumbarlo en eso montón de cosas, de hecho yo ya ni queria trabajar ahí, pues todo se me perdía entre tantas cosas.
Y éste fué el resultado de tantos esfuerzos.
Jajajaja; irónicamente no me duró mucho el gusto, pronto lo llené de cosas tiradas por el suelo, pero fué tan bueno el resultado que mi propuse crear otro y así tener más organizado mi espacio.
Ahí la "maqueta" de lo que deseaba.
Y esto el resultado final; nada mal, ahora solo me ha faltado la foto del protagonista de esta historia y artífice del proyecto, la tomaré más tarde y os la presento. Saludos a todos.
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